El punto crítico

Imelda Rodríguez Escanciano

Hay un momento en la vida en el que hay que dejar de planear y pasar a la acción. Me refiero a ese punto crítico que providencialmente alcanzamos y que nos impulsa a tomar decisiones para salir del círculo. Algo muy parecido ocurre en el ámbito político. Lo pensaba el otro día cuando veía a los dirigentes mundiales posando en la espectacular Fontana di Trevi, todos colocados en una fila simétrica, preparados para cumplir con la tradición de tirar una moneda a la fuente romana. Y aunque sea una leyenda, el secreto está también en hacerlo correctamente. Dice bastante de la conexión con lo cotidiano de quien lo hace. Ya saben, la moneda debe lanzarse de espaldas, con la mano derecha cruzando el hombro izquierdo y pasando por el corazón. Únicamente con esta técnica se cumplirán los deseos. No todos los mandatarios lo hicieron así y sólo uno de ellos comprobó después a qué temperatura estaba el agua. Debe ser la curiosidad de quien no se conforma solo con la foto. Fue Angela Merkel, que siempre remata las acciones desde su inteligencia práctica, una de las habilidades más importantes de esta nueva era. En la moneda que tiraron aparecía el Hombre de Vitruvio, imagen de la Cumbre, que representa las proporciones del hombre perfecto, el triunfo de la ciencia sobre las supersticiones y la búsqueda del equilibrio. Casi nada. Su autor, Leonardo Da Vinci, consideraba que todo se conecta con todo lo demás. Y así es, porque aquel dirigente con destreza para resolver situaciones pequeñas, lo estará para acometer con éxito las de mayor calado. A la inversa, no estoy tan segura. Los detalles, incluso saber arrojar una moneda, revelan mucha información sobre el carisma de los políticos. 

Creo que hay mandatarios más preocupados por ser líderes perfectos que por ejercer gobiernos prácticos. Y no se dan cuenta de que la superioridad está aquí, en ejercitar con contundencia una política de los hechos, de las pequeñas cosas. Esta gran crisis mundial nos lo está revelando continuamente. Por eso es prioritario pasar de la política de las fotos, de las sesiones interminables que persiguen acuerdos y de la gresca rabiosa a la política de la compasión. Una compasión que va más allá de poner el hombro para que el otro llore sobre él. La compasión en política se basa en la gran capacidad para transformar ese dolor en soluciones. Porque solo la acción es el inicio del progreso. Y aquí está la misión de la política, aunque usted vea a diario cosas muy contrarias a ella. No podemos seguir permitiendo que los servidores públicos se entretengan engrasando las maquinarias de sus partidos o tapando todas sus goteras. No es admisible que soportemos ver a dirigentes más preocupados por arreglar los problemas de sus organizaciones que los de su país. Estas dinámicas de desgaste y de convulsión deben llegar a su fin. La sociedad está asfixiada y es demasiado cruel que una parte sustancial de la clase política permanezca en la batalla para salvaguardar su propio sitio. La clave está en que tengamos la certeza de que cuando miramos a los ojos de un directivo, político o gobernante, sintamos que no tenemos nada más de qué preocuparnos. Se llama confianza, nace del liderazgo consciente y es el principio de todos los buenos destinos. Exijamos la cuadratura del círculo, por difícil que nos parezca. Seamos hábiles, responsables y valientes para detectar quién está preparado para ejercer el poder. Tenemos un código infalible para descubrirlo, el nuevo punto crítico: la autenticidad. 

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Artículo publicado en "El Día de Valladolid". 6/11/2021

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