HAGAMOS ALGO CON LA BELLEZA
Imelda Rodríguez Escanciano
¿De verdad hay que mantener a la gente en tensión constante? Las imágenes contrapuestas de dos periodistas televisivos informando, casi simultáneamente, sobre el coronavirus, uno ataviado con mascarilla y el otro no, me hizo reflexionar de nuevo sobre los riesgos de la espectacularización. La responsabilidad, la claridad y la ética no son accesorios del ejercicio del periodismo. Porque influyen en el ritmo social y en la vulnerabilidad de quienes tienen una menor capacidad crítica para interpretar los acontecimientos. Por eso debemos enseñar a nuestros jóvenes a discernir entre la verdad y la mentira, entre la información de calidad y las noticas falsas, potenciando su pensamiento crítico. Empeñémonos en formar a nuestros hijos para que canalicen su temor. Aquí nace una ciudadanía resistente al desastre. Encontrar este punto de equilibrio, apremia. Como urge también asumir que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de determinar la identidad de toda la sociedad. Así que pongamos nuestro talento al servicio de nuestras convicciones.
La gestión del miedo es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos. Nos impulsa o nos infantiliza, hasta reducirnos a la mínima expresión. Define nuestra capacidad de liderazgo, que se alimenta de la valentía inteligente. No somos solo lo que sentimos sino lo que hacemos. Por eso, atraer lo importante y alejarnos del absurdo es vital en estos momentos. Determina además la calidad de nuestro entorno. Para defendernos, el miedo nos obliga a actuar desde la reacción (que no es lo mismo que una acción impulsada por un pensamiento sólido). Y cuando el miedo se reproduce, el riesgo de parálisis social se propaga. Esto ha ocurrido así siempre. Precisamente, en la celebración del “Día de la Mujer”, no está de más identificar un elemento común a todas las mujeres históricas: la resistencia al miedo. Una actitud sobre la que construir la libertad de todos. Sin improvisaciones. Hoy está constatado que renunciar a la presencia del ingenio femenino en los puestos directivos es un gran error estratégico. Porque la igualdad atrae el éxito profesional, empresarial y colectivo. Por eso es fundamental una Educación y un periodismo sin toxicidad, porque ambos son vigas maestras de la arquitectura social. Que las mujeres tengan el control de su propio relato es esencial, como lo es el amor que profesamos a las mujeres de nuestras vidas (no puedo evitar acordarme de mi madre, de mi hermana y de Abril). Así que, con todos los recursos y toda la pasión, eduquemos para la confianza.
Me resulta curioso que, en estos días de alarma pública, en países como Francia o Italia, se hayan incrementado las ventas de dos libros: “La Peste” y “Ensayo sobre la ceguera”. Dos obras que dibujan los peligros de una sociedad desencajada y el tremendo poder de la misericordia. En la obra de Camus, la epidemia sitúa en estado de máxima fragilidad a las personas, advirtiéndonos de que es un asunto de todos y que la lucha ha de ser común o no será. Actualidad en vena, desde luego. Saramago, por su parte, nos agita para que seamos conscientes de la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron. Qué profundo. Nos convertimos en héroes, sostienen, cuando damos lo mejor de nosotros mismos y, pese a saber que la peste no muere ni desaparece jamás, ser capaces de transformar nuestra debilidad en coraje nos devuelve nuestra categoría como seres humanos. Nunca dejaré de creer en las personas. Sobre todo, en aquellas que influyen desde su brillantez, su entrega y su compasión. Contagiémonos de este triple poderío. Hagamos algo con la belleza.