(IN)COMPATIBLES

Imelda Rodríguez Escanciano

Los momentos decisivos de la vida son aquellos en los que reconocemos que no hay retorno. Como ahora. No hay retorno porque, con mucha probabilidad, nuestras relaciones personales, laborales o sociales cambiarán significativamente en la era post-Covid. El escenario sobrevenido está testando lo que se espera de nosotros en esta nueva época que asoma: resistencia emocional, inteligencia colectiva y liderazgo. Está midiendo, efectivamente, si somos compatibles o incompatibles con un tiempo nuevo donde tendremos el reto permanente de transformar la incertidumbre en resultados. Y en compasión. También se está calibrando la compatibilidad de nuestros gobernantes con la gestión de situaciones de máximo riesgo. Reflexionando sobre ello, me venía a la mente este pensamiento atribuido a Lao-Tse: “De los buenos líderes, la gente no nota su existencia. A los no tan buenos, la gente les honrará y alabará. A los mediocres, les temerán y a los peores les odiarán”. Me centro en esos “buenos líderes”, los que, si invertimos el refrán, suelen dar “poco ruido y muchas nueces”. 

De buenos liderazgos en la gestión del coronavirus trata un conocido artículo publicado por la revista Forbes. Desgranando sus ideas, podemos encontrar las líneas de acción coincidentes en todas estas figuras políticas: reacción, anticipación, seguridad, firmeza y confianza. Valores que pivotan sobre la inteligencia práctica, tan propia de los líderes auténticos. Estos siete casos son mujeres. No es casualidad. Pocas cosas en la vida lo son. Curiosamente hay tendencias de consultoría que han aconsejado a mujeres, situadas en primera línea política, masculinizar su imagen para ganar en convicción. Un cambio de piel a favor de una credibilidad imaginada. Es ahora cuando se vislumbra el punto de inflexión del liderazgo público. 

Cierto es que estas siete gobernantes no han inventado estos valores. Ya existían. Pero los han asimilado y proyectado con un talento rebosante. Ahí tenemos el ejemplo de la presidenta de Taiwan, Tsai Ing-wen, y su firme previsión al incorporar medidas de bloqueo, en el tiempo exacto, para frenar la propagación. El nivel de contagiados y fallecidos es, comparativamente, ínfimo. Las responsables de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, Dinamarca, Mette Frederiksen y de Islandia, Katrín Jakobsdóttir, desplegaron su coraje a través de la anticipación (de hecho, la política es el arte de la anticipación para la reacción). Así, desarrollaron medidas restrictivas para evitar la cadena de contagios y trasladaron información inequívoca. Máxima claridad en la comunicación de tipo científico y motivacional, también ejecutada por Sanna Marin, jefa de Estado de Finlandia, por la canciller alamana, Ángela Merkel, o la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, quien ofreció una discurso institucional solo para la población infantil, con el ánimo de inyectar serenidad y seguridad nacional. 

Un estilo gubernamental que, en términos de Imagen Pública, ha dado en la diana de las 3 “C” de la percepción positiva: la credibilidad (anticipación, implicación y resultados), confianza (convicción, acción y empatía) y contención (equilibrio emocional para generar seguridad). Estas líderes han capitaneado un nuevo escenario emocional, donde la eficacia, sin fisuras, marcará la pauta del nuevo estilo de la gestión pública. Los ciudadanos, que tenemos el derecho y el deber de intervenir en los asuntos públicos, ya no podremos dejar de exigir a los que nos dirigen, en el terreno político o en el profesional, que tengan como punto cardinal el bien común por el bien común. Este es el nuevo código de la compatibilidad. También en la nueva política, que debe conducir -sin empujar- estados de ánimo sociales abiertos a la fortaleza, al compromiso y a la esperanza. Serán y seremos lo que hayamos construido. Esa es la luz que permanecerá encendida.