PRELUDIOS

Imelda Rodríguez Escanciano

Siempre me ha fascinado este concepto. Por su posible trascendencia. El preludio determina una acción que precede a otra y que marca su comienzo. Me gusta, incluso, cómo suena la palabra. El preludio ha sido uno de los nombres más usados a lo largo de la historia de la música y la literatura y del que no se conoce sus verdaderos orígenes que puedan descifrar su auténtica naturaleza. Este misterio multiplica su atractivo, claro. Los preludios musicales precedían a una obra más extensa en sus orígenes y hasta 1448, inserto en las piezas para órgano de la tablatura de Adam Ilebouurgh, no se adquirieron el rango de forma musical como tal. Y, a partir de aquí, hay preludios musicales inolvidables que nos regalan sensaciones de felicidad. Evocadoras. Porque los preludios anticipan lo que va a llegar, en ocasiones, con máxima precisión. Otras, quizás no tanto. Y en esta línea de anticipación destaco el simbólico nuevo gobierno finlandés, liderado por su Primera Ministra, Marin Sanna, quien ha ocupado todos los titulares estos días porque, con 34 años, es la mujer más joven del mundo en ocupar este cargo y porque ha formado un gabinete compuesto por 10 mujeres y 5 hombres, en coalición, además, con cinco partidos dirigidos por mujeres. Más allá de la anécdota de su edad y otros datos de su vida personal, la clave está en que nadie cuestiona su lucidez para hacer frente a este gran reto. Ni tampoco la de su gabinete, que es todo un símbolo para las nuevas generaciones. Fíjense, además, hace años, el Ministerio de Educación finlandés entregó a todos los alumnos de 15 años un ejemplar de la emblemática obra de la escritora Chimamanda Ngozisu titulada “Todos deberíamos ser feministas”. Este de acción de Finlandia, en una dirección muy concreta, que es la del progreso, es un preludio evidente de que la cultura de la Igualdad, desde el talento, sí es posible. 

Un país a la vanguardia en muchos ámbitos, incluido el educativo, que genera un fuerte contraste con el preludio del absurdo que, a veces, vivimos en España. Me explico. ¿Cómo puede aglutinar tantos comentarios incendiarios la conversación distendida que mantuvieron Pablo Iglesias, Iván Espinosa de los Monteros e Inés Arrimadas en la celebración del Día de la Constitución (justamente en este día, cuyo espíritu no es otro que el del consenso)? ¿Acaso todos no recordamos imágenes históricas de encuentros cordiales entre políticos como Manuel Fraga y Santiago Carrillo o entre Dolores Ibárruri y Adolfo Suárez? Me pregunto cómo vamos a construir la cultura de la concordia sin comenzar por detalles fundamentales: como que tres representantes de opciones políticas dispares puedan departir amigablemente sin que una parte de la opinión pública considere que su líder político está cometiendo “traición”. Pero, ¿qué mensaje estamos trasladando a nuestros hijos cuando se pierde el sentido común? Este hecho fast food (del que mañana nadie se acuerda), tiene importancia porque lo considero como un claro preludio de la congestión general a la que estamos sometidos ante tanta inestabilidad política. Un preludio inquietante, como mínimo. Porque, sin duda alguna, la concordia se construye desde la concordia. No hay otro camino más efectivo. Y como hacia ella debemos ir, finalizo, con notas de paz: “Air” de Johann Sebastian Bach o “Love Dream” de Frederic Chopin. Que la música clásica nos conmueva para movernos en la dirección correcta, agudizando además nuestra capacidad para discernir los preludios de barro de los que importan. Discernir, esa es la clave. Y la misión más importante de la Educación. Discernir hasta encontrar la belleza.

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Artículo publicado en "El Día de Valladolid". 14/12/2019

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