ANÁLISIS DE LOS SÍMBOLOS DE PODER EN SU INVESTIDURA COMO 47 PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS

“Show and awe” es uno de los nuevos eslóganes de la era Trump. Ese estado de shock permanente se ha evidenciado en el desarrollo de su acto de investidura. Un acto programado para impactar al mundo, de principio y a fin.  Trump es uno de los líderes mundiales que mejor maneja las emociones viscerales, mostrándolas de forma permanente a través de su comunicación. Y en sus puestas en escena todo está calculado al milímetro: la escenografía, la música, el mensaje, los tiempos, los actores y la estética. Todo, todo el tiempo. Es la era del renacer del sueño americano, para cada americano que siga las normas de Donald Trump.

Me preguntan en muchas ocasiones si Donald Trump es un líder auténtico. No, no lo es. La autenticidad, tal y como la concibo y la expongo en mi libro “Imagen Política. Modelo y método” (Grupo Planeta), es la combinación perfecta entre la pasión (que despierta una figura pública), la compasión (su escucha atenta, activa y anticipada a los problemas) y la fascinación (la que despiertan los hechos positivos que es capaz de realizar a favor del bien común). En el caso de Donald Trump, ha existido y existe una exageración de su relato para agitar, constantemente, el ánimo social. No busca apaciguarlo, solo exacerbarlo. Meterlo en la coctelera y darle vueltas, una y otra vez, hasta marearlo completamente. Hacerse cargo del ánimo social, no significa desestabilizar ese sentir general, sino transformarlo en tranquilidad, confianza y prosperidad. Para todos. Y esta serenidad no es el propósito de la comunicación política -ni, hasta el momento, de la acción política- de Donald Trump.

Donald Trump sabe que su carisma es único (en el caso de la Kamala Harris los norteamericanos interpretaron que era intercambiable -de ahí nace su fracaso político como candidata-). Y lo explota al máximo. La toma de posesión de su nuevo mandato al frente de la presidencia de los Estados Unidos ha estado repleto de retórica. Esa retórica es la clave centrla de su éxito. La retórica es la ciencia del discurso que se ocupa de estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje con una finalidad persuasiva o estética, además de comunicativa. Es decir, que el foco no se pone en transmitir información de forma exclusiva, sino en hacerlo para convencer (o manipular), usando además un discurso plagado de figuras retóricas. En el caso de Donald Trump, de hipérboles o exageraciones. Una retórica utilizada para no dejar indiferente a nadie. Para despertar pasión o ira. Da igual. Lo importante es reclamar la atención sobre algo que, en ocasiones -y cito ahora la definición del Diccionario de la Lengua Española- puede estar “falto de contenido”. Eso es también la retórica. Y la retórica se expresa, en comunicación política, a través de disantos símbolos. Algunos verbales y otros no verbales.

Pues veamos la retórica presente en el acto de investidura del 47 presidente de Estados Unidos, a través de estos símbolos de poder:

Fotografía: CNN

Comencemos por uno de los más comentados. El sombrero de ala ancha de Melania Trump. Un símbolo de lo que ella quiere transmitir en este nuevo mandato (comentado por ella misma): su independencia. Su estética está inspirada en los años 50, un estilo impregnado en todos los ámbitos y basado en hacer que todo funcionara bien de la forma más simple posible. A nivel estilístico, las mujeres comienzan a reivindicar, a través de la moda, su identidad y su individualidad. Puede ser casualidad que los asesores de Melania hayan escogida su look -firmado por el neoyorkino Adam Lippes-, basándose en esta estética, pero las casualidades, en comunicación política, pocas veces existen. La figura de Melania Trump, con ese sombrero de ala que apenas permitía ver sus ojos -además de impedir que Trump pudiera besar su mejilla- aumenta el enigma creado en torno a su figura y remarca su estatus y sofisticación.

La presencia de los principales magnates tecnológicos en el acto como Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y, por supuesto, Elon Musk (sentado junto a Barron Trump -el hijo pequeño, considerado como el sucesor de Trump-), principal valedor de Trump, es un símbolo poderoso. Poder, poder y poder. De ahí que ocuparan posiciones destacadas en los asientos. Había que visibilizar su total cercanía al nuevo presidente, porque son pieza fundamental en el engranaje de un nuevo tiempo, al que Trump se ha referido de forma continua. Romper con lo viejo, para crear algo nuevo. El “efecto sorpresa” y el “efecto suspense” no desaparece de su comunicación política. He aquí uno de sus ganchos con la opinión pública norteamericana.

Foto: CNN

Nadie esperaba que el discurso de Trump fuera elegante. Desterrar la era Biden -y todo lo que esta conlleva- era el primer paso. Y lo hizo con sus palabras, en presencia de Joe Biden y de Kamala Harris, sin inmutarse. Remarcar su posición y también su revanchismo (sigue insistiendo en que le robaron las anteriores elecciones y no se ha olvidado de indultar a los que participaron en el asunto al Capitolio) ha sido absolutamente clave. Y lo ha hecho con declaraciones como esta: “Desde hoy, la política del Gobierno de Estados Unidos es que solo hay dos géneros: hombre y mujer”. Palabras que conectan con su principal baza para mantener en alerta a sus seguidores: la seguridad. Seguridad, seguridad y seguridad. Y desterrar todo aquello que amenace la seguridad y el bienestar de los norteamericanos. Defender este postulado, con uñas y dientes, ha sido una de las bazas estratégicas del presidente republicano. America First.

Fotografía: AFP

Cada intervención de Donald Trump está repleta de retórica. Y, debo decir, que esta retórica está perfectamente articulada porque, de hecho, ni lo parece. Es decir, que sus exageraciones parecen algo normal, ya ni se perciben como tal. El nuevo presidente ha hablado de la “revolución del sentido común” (haciendo dudar al espectador medio si, no asumiendo como válidas sus teorías, está en el lado correcto de la historia). Lo remarca tanto y con tanta fuerza que, prácticamente, consigue este efecto. También nos dice que Dios le ha salvado del atentado para conseguir que América vuelva a ser grande. Aquí está la hipérbole del héroe todopoderoso que tanto gusta a sus seguidores. Sus mensajes tienen fuerza, son fáciles de comprender e impactan porque afectan, transforman y resuelven (esto último es fundamental). Resolver para hacer América grande es lo que esperan sus seguidores. Quieren un cambio (respecto a la política de Biden) que debía comenzar el mismo día de la investidura. Y, con Biden allí presente, a escasos metros, destrozó verbalmente -y completamente- su acción política. Nadie se inmutó.

Fotografía: CNN

Y este cambio comenzó. No es importante solo lo que firmó (declaración de emergencia energética nacional, órdenes para poner fin a programas de diversidad, revocación del programa de energías limpias, imposición de aranceles a los extranjeros para proteger la industria nacional, deportar inmigrantes ilegales, restauración de los miembros del servicio que fueron revocados del Ejército por la vacuna de la Covid-19, etc.), sino cómo y dónde lo hizo. Donald Trump firmó sus primeros decretos, no todos en el Despacho Oval, sino ante miles de seguidores en pabellón “Capital One Arena”. Allí estaban sus fans, sus votantes, sus fieles, jaleando al presidente en el escenario, que firmaba los documentos como si estuviera en el minuto final de una Super Bowl. Utilizaba una pluma para firmar cada uno de los decretos. Y luego tiraba el bolígrafo hacia el público. Un gesto mesiánico cargado de simbología del poder. El poder está en el pueblo, les dice Trump, pero yo os guío hacia él (como buen mesías que se considera y así lo comunica permanentemente). La exageración en su retórica se ha normalizado y la opinión pública (a nivel mundial) ya casi ni la percibe. De lo que se trata es de mirar el dedo que apunta a la luna (y no la luna), es decir, de percibir el aura de esta edad dorada de EEUU que dice Trump ha comenzado. “Nuestro país volverá a ser respetado”, ha dicho. Es la “técnica del calcetín”. Hay que dar la vuelta a todo. Para marcar y remarcar presencia. Acompañado, de James David Vance, su vicepresidente, al que Trump considera un “gran negociador”. El espíritu de hombre fuerte de negocios reflejado en su fórmula vicepresidencial.

Fotografia: EFE

Por cierto, Donald Trump ha recuperado en la mesa de su Despacho el botón que aprieta cuando quiere que le lleven una Coca Cola-Diet. Otro símbolo. Otra anécdota emocional (que se suma a otras más viscerales). Otro mensaje cargado de retórica. La comunicación verbal y no verbal, en la era de Donald Trump, lo es todo. Porque con ella consigue que el mundo esté en tensión. Con el nuevo presidente, no hay previsibilidad. De ahí su parte de su encanto con su fervoroso público. Este desconcierto ha estado presente en todo, desde que comenzó el acto de investidura. Lo estaba, hasta en el sombrero de Melania. Que siga el espectáculo. Desconcertar para conectar. Ahora, la clave está en saber si esta retórica se hará efectiva. O se quedará ahí, en la balsa del espectáculo. De cualquier forma, no nos dejará indiferente nada de lo que diga o de lo que haga. Para eso comunica Trump. Lo iremos viendo.

Dejar un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

Puedes seguirme en estas redes sociales:

Mis publicaciones en prensa:

Artículo "Detener la polvareda".

Libro a la venta en Amazon