APRETAR BIEN EL NUDO
Había símbolos por todos los lados. Y los símbolos, bien utilizados, son muy poderosos porque impactan en quien los observa, casi sin darse cuenta. Incluso la blusa estilo lady, de color blanco y con una gran lazada, que escogió la vicepresidenta del Gobierno español para visitar al Papa contenía el suyo. Es una prenda atemporal, elegante y regia, aunque simula máxima sencillez (un buen gancho siempre). Y es que en eso está Yolanda Díaz: anudando su propio mensaje electoral. Pero las lazadas, ya se sabe, si no se atan adecuadamente, son fáciles de desligar tirando de uno de los dos extremos. Por eso ella trata de apretar bien el nudo. Podríamos suponer que quiere liderar de facto Unidas Podemos, pero no es lo que su calculada táctica persigue. Ella quiere trascender cualquier partido (las siglas son hoy menos consistentes que los carismas) y también sabe que aquello de “llegué, vi y vencí” no sirve de mucho en esta nueva era. Las sociedades están empezando a reclamar con ímpetu que las puntadas se den con hilo, es decir, que haya hechos sostenibles. Y la clave está siempre en que los ciudadanos deseen tu liderazgo. Que se lo digan a Angela Merkel, pues es hoy el exponente más rotundo del éxito político desde la autenticidad. Aquí reside el afán de una dirigente que ha emprendido el reto de ampliar, lo máximo posible, la confianza social (donde hay esta confianza, hay votos). Para ello, ha comenzado por articular el primer mandamiento presidenciable: vincule usted su carisma al de un líder universal. Y, después, ha aplicado el segundo: muestre al mundo que es capaz de dialogar con los diferentes, incluso de emocionarse con ellos. Dicho y hecho. Yolanda Díaz no solo visita al Papa Francisco para proyectar su rango institucional, sino que trata de dar a su proyecto una dimensión trascendental -casi divina-. ¿Y cuál es esta causa? La de la dignidad de la clase trabajadora. ¿Quién no aspira a una mayor calidad de vida? -en este argumento tan simple aparentemente, pero tan contundente, se mueve su rebeldía comedida-. Yolanda Díaz ha buscado un motivo que concentre el interés de la mayoría y desde el que pretender atornillar su credibilidad. Desde aquí, si es capaz de materializar todas estas aspiraciones, podrá avanzar hacia el poder. Eso sí, llegar no es permanecer. Y para mantenerse hace falta más que movimientos de manual. Hablo de la práctica de la autenticidad desde la firmeza (inteligencia práctica y resultados) y desde la compasión (conexión popular y soluciones). En estas vigas maestras se sostiene la imagen política de las grandes figuras actuales -y de las que están por venir-. Precisamente, esta es la dirección en la que se mueve una mujer que puede resultar decisiva en el ámbito gubernamental de España, si logra dar vida a su argumentario en torno al trabajo decente.
Y aquí, volcada en la mejora de las condiciones de la clase trabajadora (de momento, desde una visión más idealista que práctica), es desde donde decide mirar cara a cara al Papa. Díaz inicia la reunión mostrándonos una gestualidad facial y corporal -y una voz- que transmite dulzura, entusiasmo y admiración, haciendo girar la cabeza a unos cuantos, ya que hace saltar las alarmas de prejuicios y estereotipos ideológicos. Y, después, ya metidos en harina, nos escenifica a todos su pasión: luchar contra la precariedad. Esta es la igualdad que abandera Yolanda Díaz y, de momento, ya supera ampliamente el concepto que su partido tiene sobre esta causa. Para que no dudemos de sus intenciones, se hace acompañar del secretario de Estado de Empleo. Así el relato es más relato todavía. Los dos regalos que entrega al Santo Padre están repletos de causalidad. A su favor, claro, porque está en su ánimo -constantemente- penetrar en el corazón de las personas (pero no a través del vientre, tan propio de los populismos, sino a través de las emociones realizadas -es decir, cumpliendo promesas-). Tocará ver si es capaz de hacerlo realidad. El primer regalo fue una estola hecha de plástico reciclado y de color morado. La alusión al ecologismo es lo evidente. Pero hay más. La estola es el primer símbolo de Jesucristo y expresa como ninguno el sentido de la dignidad. Se utilizaba en sus inicios para secar la boca, el sudor y las lágrimas. Alude, incluso, a esas ovejas que el Buen Pastor llevaba al hombro y a las cadenas que Cristo portaba en el calvario. Casi nada. Una estola morada, el color que corresponde en el Adviento, pero -qué coincidencia- pues este tono alude también al feminismo, a la vanguardia e, incluso, es la tonalidad escogida por Pantone para el 2022 (futuro, futuro y futuro -un mantra que siempre funciona cuando el político sabe articularlo adecuadamente-). Y luego está el libro de poemas, “Folhas novas” (“Hojas nuevas”) de Rosalía de Castro, gallega, como ella. Ambas ponen el foco en las causas sociales, soñando con un país más justo, pero desde el mayor realismo posible. La emigración, las desgracias familiares y el dolor físico y emocional están presentes en esta obra de poemas. Hay un profundo “Saudade” en la mirada de la poeta, del que quiere vestirse Yolanda Díaz, día a día. Es el “Saudade” de las proclamas más bellas, que expresa un sentimiento melancólico provocado por la distancia hacia lo amado y que implica el deseo de resolver esa separación. No cabe duda de que Yolanda Díaz ha puesto a su propio liderazgo un listón muy alto. Porque rematar con acierto la esperanza prometida es cosa de grandes. A ver si la lazada aguanta.
En estas reuniones, se calla más, que lo que se dice, el lenguaje no verbal, es fundamental, para entenderlo, como siempre, Imelda genial, un saludo
Gracias por tu comentario, Jesús.