LIDERAZGO FEMENINO ABIERTO
¿Cuándo tendrá una presidenta del gobierno España? ¿Está cerca este momento? Son algunas de las preguntas que me plantean en estos días de presentación de mi nuevo libro, “Imagen Política. Modelo y método”. Algo a lo que he querido dar respuesta, también, en mi columna de opinión “Por donde chirría”, publicada este pasado fin de semana. Un tema que amplío a través de este post debido a vuestro interés (que aprovecho para agradeceros mucho). Parto de la base de que las corrientes de opinión en España, en estos momentos, son favorables a perfiles políticos como el de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz o el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Ambas están activando una dinámica estratégica de confianza social: la positividad en movimiento. Es decir, la capacidad de insuflar mensajes de optimismo a los ciudadanos, de tratar de aliviar su incertidumbre y de proyectar decisiones que mejoren sus vidas. Tanto Ayuso como Díaz están en puestos de mando en estos momentos y esta posición es clave para que puedan demostrar hasta dónde llega la consistencia de sus palabras. Desde luego, cada uno de sus pasos irá calibrando su credibilidad: se trata de ver qué son capaces de movilizar realmente. Por el momento, la sociedad española es propensa a sus figuras, con una aceptación transversal entre votantes de distintos espectros ideológicos. Y este es siempre un gran comienzo.
La política de esta nueva era está completamente receptiva a lo que denomino en el libro como “liderazgo femenino abierto”, el que ejercen figuras políticas con unas cualidades muy determinadas, sean mujeres o sean hombres. Es decir, las sociedades contemporáneas van a reclamar liderazgos afectivos y resolutivos. Este nivel de exigencia cada vez irá a más, porque sufrir una pandemia tan drástica está teniendo consecuencias sobre la autoestima social, lo que significa que los ciudadanos empiezan a ser intolerantes a la mediocridad. Un aviso a navegantes para todos los partidos. Sin duda, la gestión de esta crisis mundial está siendo un escaparate activo de gestión pública. Estamos viendo quién da la talla y quién se queda a medio camino. Tanto en el gobierno como en la oposición. Y poder observar y comparar nos ayuda a decidir qué queremos reclamar y cuándo. Las sociedades que se mueven en tiempos revueltos suelen demandar una atención urgente a su dignidad.
El liderazgo femenino abierto del que hablo es una corriente nacida desde la autoridad moral que se fundamenta en 5 valores: la coherencia, la excelencia (la capacidad de realizar cosas ordinarias de manera extraordinaria), la contundencia, la valentía y el sentido común. En estos pilares, con mayor o menor intensidad en su desarrollo, se sostiene la identidad política de figuras como la histórica Angela Merkel, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris (el tándem imprescindible para Joe Biden) o el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Y también, para sorpresa de muchos, la figura del primer ministro italiano, Mario Draghi (quien fuera presidente del Banco Central Europeo). Hay que detenerse en este prestigioso economista porque tiene rasgos muy sólidos de liderazgo femenino abierto. En el libro destaco una historia suya que me ayuda a explicar la pujanza de la integridad en política. Fue en una comparecencia pública, tras terminar su primer consejo de ministros, cuando ante las preguntas de los periodistas dijo: “Haré que los hechos hablen. Ahora mismo no comunicaremos nada, porque aún no hemos hecho nada”. Hacer que los hechos hablen es la manifestación más poderosa de liderazgo. No hay imagen política más potente que la que nace aquí. La bondad, la honestidad y los hechos: el liderazgo femenino abierto, en definitiva. Fórmula infalible en esta nueva era. Pero no hay nada ganado para nadie: todo ocurrirá partido a partido.