ANÁLISIS DE LAS CLAVES DE COMUNICACIÓN POLÍTICA ANTE EL DEBATE ELECTORAL ENTRE PEDRO SÁNCHEZ Y ALBERTO NÚÑEZ FEIJÓO

La televisión es un gran espectáculo de masas. Por eso los debates electorales se ganan a base de emociones positivas y no de propuestas políticas. La clave son las sensaciones transmitidas por cada uno de los candidatos. Esto será decisivo en el debate electoral entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, como lo fue también para John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon.

Nixon subestimó el poder de la televisión. Se negó a ser maquillado y su rostro mostraba rasgos de cansancio (sentía dolor debido a una lesión en la rodilla). Transmitió enfado, malhumor y susceptibilidad, aunque sus medidas políticas eran potentes -los que siguieron el debate a través de la radio consideraron, por una mayoría significativa, que lo eran más. Kennedy encandiló con su estética, su dialéctica y una gestualidad repleta de amabilidad -que contrastaba sobremanera con la impresión malhumorada que transmitió Nixon-. Daba bien en cámara y sabía manejar perfectamente los códigos, los tiempos y las formas del espectáculo audiovisual.

Hay más ejemplos de las interferencias que pueden tener las anécdotas en los debates electorales, por su influencia sobre la imagen política global que desprende el candidato en esa convocatoria electoral. A George Bush le pasó factura su gesto reiterado de mirar el reloj cuando los tres candidatos (Ros Perot y Bill Clinton) estaban en la ronda de preguntas del público. Dio la impresión de estar desconectado del público que representaba a la ciudadanía, incluso por encima de ella, sin intención de atender a las cuestiones que le planteaba la gente de a pie. Probablemente era un tic nervioso de introspección, pero es lo que se recuerda muchas décadas después. Por eso hay que tener muy en cuenta cada detalle, por insignificante que parezca, porque los aspectos curiosos que puedan ocurrir durante un debate tienen un peso superior que las argumentaciones sobre cuestiones políticas.

En los debates entre Donald Trump y Hillary Clinton también pudimos ver la activación de distintas tácticas de comunicación política. Trump exageró su agresividad y todo su mensaje y lenguaje no verbal giraba en torno a esta actitud. Perseguía hacer muy pequeña a Hillary Clinton, ponerla tan nerviosa que cometiera un fallo de esos que quedan en el subconsciente social y muestran a un candidato -candidata, en este caso- débil. Para contraatacar, los asesores de la entonces candidata demócrata masculinizaron completamente su estética

En España tenemos algunos ejemplos fallidos, en parte, por esa obsesión que tienen algunos equipos asesores de importar tácticas anglosajonas. Casi nunca funciona. Lo importante es detectar la autenticidad del candidato, impulsando sus puntos fuertes y minimizando lo máximo posible sus debilidades. Pero no tergiversando o alterando su esencia. Esto fue lo que ocurrió con el discurso final de Mariano Rajoy, en el debate que le enfrentó a José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. En este speech final, Rajoy utilizó una metáfora sobre una niña (para hablar de un futuro idílico), en una intervención en la que debería haber activado sus emociones no verbales para impactar a la audiencia. Esto, de partida, era bastante difícil porque Rajoy no es bueno en el ámbito de la comunicación emocional, por lo que este discurso no tenía que haberlo realizado de esta forma. Estaba mal diseñado y, en consecuencia, Rajoy lo articuló de forma artificial. Este mismo recurso ya había sido empleado por Felipe Calderón en México o Cristina Fernández de Kirchner en Argentina. Fue un recurso fallido porque copiar y pegar fórmulas que han funcionado a otros candidatos nunca es buena opción.

También fue significativo el cara a cara entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy en 2015. Y, probablemente, tendrá conexión con lo que ocurra esta noche en el encuentro entre Sánchez y Feijóo.  En esta ocasión, el líder del PSOE acusó a Mariano Rajoy de corrupción en su partido, utilizando expresiones como “mentiroso” o “indecente”. De hecho, pronunció una frase que fue todo un eslogan de campaña: “Debió dimitir por el SMS a Bárcenas. El presidente tiene que ser una persona decente y usted no lo es”. Rajoy, con una expresión facial y distintos microgestos en la cara que revelaban enfado y cólera, le respondió: “Hasta aquí hemos llegado. Soy un político honrado. Esa afirmación es ruin, mezquina y miserable”.

Considero que este será el punto de partida argumental del debate electoral de esta noche. Todo girará en torno al valor de la verdad. Veremos cómo manejan las ideas, los relatos y las emociones, a nivel de creatividad, de énfasis y de credibilidad. Y, si esa verdad que quieren defender, son capaces de transmitirla a través de su mirada. Casi nada.

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