En su intervención, Iván Espinosa de los Monteros, diputado de Vox, agradeció a Ramón Tamames que hubiera sido capaz de decir las verdades del barquero. Me llamó la atención que utilizara esta expresión que, ya saben, alude a la valentía de ser capaces de exponer la cruda realidad, aunque resulte épico. Este era el punto de arranque de la moción de censura impulsada por Vox cuando se programó sobre el papel, pero luego la realidad, ya sabemos, supera a la ficción. 

Qué duda cabe que todo estaba calculado al milímetro en cada partido político para sacar el máximo provecho de los cientos de minutos de intervenciones televisados. Miles de minutos analizados hasta la saciedad por unos y otros, así que voy a hacer una lectura simbólica de lo que allí ocurrió a partir de la vestimenta que cada uno escogió para ilustrar su mensaje. La comunicación política también se mida por el impacto de la comunicación no verbal (en la que se encuentra la dimensión estética). Veamos.

Foto: El Confidencial.

Santiago Abascal comenzó su intervención dejando su energía en el escaño para aparentar una moderación que desorientó a los espectadores y, muy probablemente, a muchos de sus votantes. Uno debe ser quien es en todos los momentos de su vida. Pecó al utilizar la anécdota para elevarla a categoría y un error mayúsculo fue advertir a sus señorías de la exigencia de ir bien vestidos para mantener el decoro. Una templanza impostada -que remató a golpe de regañina forzada- ante lo que su partido afrontaba como un momento de máxima gravedad política.

Foto: Público.

Pedro Sánchez se vistió de presidente de Gobierno. Ese fue su rol, hora tras hora, minuto a minuto, en los planos que hablaba y aquellos que mostraban cómo escuchaba. Tenía que demostrar que estaba por encima de todo, sin pisar a nadie (mucho menos al profesor Tamames). Y así lo hizo. El relato de confrontación se lo dejó a Yolanda Díaz (pese al riesgo de que aumentara su protagonismo) y por la tarde se ausentó porque su propósito ya estaba conseguido y su principal baza, que hubiera sido poner en evidencia al líder del Partido Popular, ante la ausencia de este, ya no tenía sentido. El pin con los Objetivos de Desarrollo Sostenible que llevaba prendido en su traje (de un color azul acero nada convencional -también aquí hay mensaje-), mostraba su conexión con el futuro y su lejanía hacia una España caduca, rancia, conectada con el franquismo, que es lo que de soslayo nos fue desgranando a lo largo de su discurso, en referencia directa a las propuestas de Vox y, más importante todavía, como ataque a quien ni asomó por allí, Alberto Núñez Feijóo. Por lo tanto, su estrategia se quedó a medio camino porque la ausencia del líder del PP pesaba mucho.

Foto: El Confidencial.

Yolanda Díaz respondía ayer por la noche a la pregunta de una periodista sobre la elección de su vestuario que no había pensado demasiado qué ropa iba a llevar puesta y que tan solo tenía claro que quería ir vestida de forma “sencilla y de blanco marfil”. Pues eso ya es mucho. Me cuesta creer que no controle la persuasión complementaria que siempre supone en la escenificación del mensaje político el aspecto físico y la apariencia, teniendo en cuenta que su intervención fue algo así como el día de la presentación de su proyecto electoral, con una audiencia de vértigo (que quizás jamás nunca hubiera imaginado). Qué duda cabe que todo en su intervención estuvo calculado al milímetro. Efectivamente, iba completamente vestida de blanco, un símbolo utilizado antes por otras líderes políticas como Hillary Clinton, Kamala Harris o Alexandria Ocasio-Cortez para homenajear al movimiento sufragista que tan decisivamente luchó por los derechos de las mujeres. Este movimiento elegió este color, como look total, para vestir a las mujeres que reivindicaban en las calles porque era fácil localizarlas entre la multitud vestida de tonos grisáceas y también para revertir el significado de un color que representa la pureza en la cultura occidental. Los símbolos, qué importantes son siempre en estrategia política. También llevó complementos dorados (pendientes, brazalete y collar), tono utilizado por las sufragistas estadounidenses -junto al blanco- porque hacía alusión a los girasoles de Kansas, el lugar donde nacieron mujeres pioneras en este movimiento y en alusión a la fuerza que desprende el amanecer. La vicepresidenta no dio puntada sin hilo, ni en su vestuario ni en su intervención. De hecho, nunca deja nada a la improvisación. Cada detalle cuenta. En su discurso, sobraron notas triunfalistas sobre el trabajo del propio Gobierno y también un ataque sobreactuado hacia una figura como la de Ramón Tamames, al que no parecía oportuno darle una lección de democracia, más que nada, por puro sentido común.

Foto: Europa Press.

Y luego está la figura del líder del Partido Popular, Alberto Núñjez Feijóo, que se vistió de sí mismo. Estuvo presente en el relato de Pedro Sánchez, de Santiago Abascal y de Yolanda Díaz, aunque se encontraba en otro lugar, cumpliendo con su agenda en una visita a la embajada de Suecia, sin inmutarse. Y vestido con un corbata de color granate, el color que simboliza el centro político y que han llevado en muchos debates electorales líderes de la izquierda y la derecha política. A veces, el silencio es la voz más fuerte. Así lo había decidido como primera estrategia de su propia imagen política. Entendió que tocaba vestirse de lo que en su concepto suponer ser una alternativa real y no formar parte de un circo prescindible que perjudica claramente la estrategia electoral de Vox y que no beneficia especialmente al Gobierno, ni tan siquiera a Yolanda Díaz. Aunque, no es cosa menor reconocer que realizó un discurso brillante en ejecución, pero no en resultados porque, a estas alturas de la película, a los ciudadanos solo les impacta lo que les afecta. Y en esta moción hubo demasiadas palabras. Estar en la sombra no siempre da buenos resultados (de hecho, el Partido Popular debe urgentemente reformular su estrategia comunicativa en este tiempo electoral), pero quizás el líder gallego quiso hacer suya esa máxima de Cicerón que dice que “nadie debe obedecer a aquel que no sabe mandar”.  

Foto: Público.

En definitiva, si tuviese que escoger la maniobra menos mala ante este periplo hiperbólico en la primera sesión de la moción de censura, a tenor de los resultados, me decantaría por la táctica de evitación de Núñez Feijóo -saliendo del círculo de la teatralización- y por la escenificación del tándem entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Estas dos actitudes son, en realidad, la estrategia poderosa con la que ya afrontan estos partidos el largo peregrinaje electoral. Por aquí transitan las auténticas verdades del barquero.

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